Por: CESAR LEVANO
Llegó la hora de la verdad. En las urnas se van a despejar los enigmas. Uno de los que quedaba ha sido desvelado ya: la dirección aprista llama a sus partidarios a votar por un extranjero, cuyo alejamiento respecto de los intereses del Perú se resume en un hecho: fue quien preparó la entrega del gas de Camisea a la exportación, con la mira de beneficiar a Chile.
El personaje declaró hace pocos días que ha iniciado los trámites de renuncia a su nacionalidad estadounidense. Por lo tanto, mientras no se le admita ese cambio, sigue siendo un súbdito de la bandera de las franjas y las estrellas.
¿Ignoran eso Alan García, Jorge del Castillo y demás integrantes de la cúpula que ha exhibido al APRA como un partido corrupto, represivo y antinacional? Por supuesto que no. Precisamente por eso se inclinan ante el lobista interesado en entregar puertos y aeropuertos al extranjero y en negociar con bonos de la deuda externa. Siempre con provecho millonario en dólares para su cuenta personal.
El hombre que abjuró de la nacionalidad peruana es, así pues, el más adecuado candidato para el alanismo. Tenía éste otras posibilidades; eligió la peor.
Con esa decisión autoritaria y antidemocrática, el régimen intenta torcer el rumbo del voto de bases y cuadros intermedios del APRA que han decidido votar por Ollanta Humala.
Más allá de este episodio el Perú asiste a un despertar de conciencias dormidas. Nuestro diario apuesta, igual que muchos sectores ciudadanos, incluidos muchos apristas, por el aspirante que representa una promesa y una posibilidad de cambio.
Sabida es nuestra línea de independencia. Conocido es igualmente que cuando abrazamos una causa no lo hacemos en procura de réditos monetarios u otros. Allí está la fuente de nuestro peso de opinión y de nuestra credibilidad.
Por lo demás, en esta hora del país no se nos ocurre que un hombre solo, o un contingente político, tenga la capacidad de resolver los graves problemas de un país que no es ese paraíso artificial que pinta el régimen de la mentira económica y de la estafa moral.
La situación se complica por la quiebra histórica de los partidos tradicionales: el APRA, el PPC y Acción Popular, y la virtual desaparición de la izquierda formal. En esas condiciones, un enigma crucial es el Congreso venidero. Ningún sector contará ahí con una mayoría. Por eso mismo, será preciso que los electores escojan sólo a los mejores de la fórmula que prefieren.
Para la hora de los debates aun las coincidencias o las alianzas, la calidad, la energía, la cultura son armas poderosas. Una minoría lúcida, coherente, combativa puede voltear una asamblea.
Los ciudadanos tienen, entretanto, el deber de vigilar las mesas de sufragio. No deben olvidar que el APRA es veterana en fraudes y triquiñuelas.
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