La furia de la naturaleza se ha ensañado esta vez con Chile, donde la muerte agazapada saltó sobre los hogares de los chilenos mientras dormían, en el centro y sur de ese país, y los sumió en el dolor y la devastación, en uno de los terremotos más violentos que recuerde la historia del país vecino, mayor aún que el de Haití y mucho más que el de Pisco, aunque menos letal que ambos, porque en las calamidades se cuentan siempre más cadáveres cuanto mayor es la pobreza.
La pérdida de las vidas de más de 200 chilenos, la destrucción de viviendas, carreteras, puentes y otra infraestructura ha causado severo daño a la economía del país vecino, hora triste en la que los peruanos, forjados en el ejemplo altruista, generoso y fraterno de nuestros héroes, les brindamos hoy nuestra solidaridad; por encima de las diferencias entre gobernantes y opositores.
Conmovidos por una tragedia que es dolorosamente familiar para quienes aún no nos reponemos de la destrucción del terremoto del sur chico -donde cientos de miles sufren aún la precariedad en la que los sumió el sismo-, los peruanos de todas las sangres y todas las convicciones sentimos en carne propia el dolor de un pueblo hermano y le ofrecemos nuestra mano amiga.
La desesperación del primer momento, cuando la población de Santiago y sobre todo de las zonas más cercanas al epicentro sólo atinaba a ponerse a buen recaudo y mantenerse fuera de sus casas, antes las réplicas que siguieron al sismo principal, dio paso a la serenidad y al ordenado actuar de las autoridades, que no se han dejado amilanar ante la adversidad y han comenzado a tomar medidas de emergencia, en primer lugar, como corresponde, para dotar de alojamiento, comida, agua y abrigo a quienes perdieron sus viviendas, a mitigar el sufrimiento de unos dos millones de damnificados.
El gobierno saliente y el entrante han concertado acciones para asegurar que, más allá de los cambios políticos, haya continuidad en la humanitaria y elemental tarea de asistir a los afectados y comenzar la reconstrucción del país, dedicando a ese fin el 2 por ciento del presupuesto nacional chileno del próximo año. Han comenzado asimismo la evaluación de los grandes e incalculables daños. Es destacable que, pese a la magnitud de la tragedia, el gobierno chileno haya declinado los ofrecimientos de ayuda, porque considera que no la necesita, al menos por ahora. Dice mucho de su capacidad de previsión y de respuesta ante la adversidad. Pero ya sabe que puede contar con la solidaridad internacional y en especial con la de los peruanos, que hacen de la lealtad profesión de fe y de la fraternidad una práctica histórica.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario