La congresista Luz Salgado nos remite una carta en que exige rectificación y disculpas públicas por haber escrito en esta columna el 31 de julio lo siguiente:
“Martha Chávez y Luz Salgado fueron bajo Fujimori cómplices y encubridoras no sólo de la política neoliberal que amparó la corrupción, incluso en la compra de armas para la defensa nacional, sino también de crímenes como el de La Cantuta”.
No hay falsedad en esa información. El país sabe que Martha Chávez declaró más de una vez por prensa, radio y televisión que los nueve estudiantes de la Universidad de Educación se habían autosecuestrado. Esa fue la posición de la bancada fujimorista en el Congreso, de la cual Luz Salgado formaba parte.
En días en que todavía no habían cambiado la línea política de Antena Uno Radio (hoy CPN), en varios programas refuté esa versión canallesca y encubridora. Alguna vez pregunté en esa radioemisora a los congresistas de Fujimori si creían que los estudiantes no sólo se habían autosecuestrado, sino también autoasesinado, y autodesaparecido.
La señora Chávez, que empleó 45 minutos en desgañitarse contra Ollanta Humala en el Congreso durante el Mensaje inaugural del Presidente, empleó en esa época muchas más horas en vociferar su mentira calculada. No era precisamente la Madre Teresa de Calcuta, sino una deliberada encubridora de ese crimen espantoso. Nadie vio o escuchó que Luz Salgado se opusiera a su jefa.
La señora Salgado, que estudió periodismo en Bausate y Meza, afirma que yo tendré que probar, que ha sido condenada como encubridora o cómplice en crímenes como el de La Cantuta.
Yo no he afirmado que haya sido condenada. Mi columna señala simplemente la complicidad en el encubrimiento. Hubiera podido decir que era un “descuido” que no hubiera sido condenada. Tampoco he escrito que ella mantenga un contubernio con traficantes de armas y de drogas. Ella, como todos los fujimoristas militantes, fueron encubridores de militares, hoy en la cárcel, que en el pasado traficaron, en contubernio con Vladimiro Montesinos y su socio Alberto Fujimori, con armas y con drogas ilícitas.
La congresista Salgado no se enteró en Bausate y Meza de la diferencia entre el periodismo de opinión y el periodismo de investigación. Su reacción, de tonalidad represiva, muestra el estilo amenazante de sus inclinaciones fascistas, y refleja que esa actitud frente a la prensa –y, más específicamente, contra LA PRIMERA- continúa la línea intolerante y represiva que Alan García encarnó.
En la memoria colectiva se conserva el recuerdo de la manipulación y corrupción que Fujimori implantó en el periodismo peruano, después de pisotear la Constitución de 1979.
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